lunes, 27 de abril de 2009

Al final de la noche

Una brisa fresca entraba por la ventana acariciando la piel. Afuera aún reinaba la oscuridad, aunque ya se podía vislumbrar cierta claridad en el horizonte.

Un tenue ruido se hacía sentir en la habitación.

De pronto volvió el silencio, no se escuchaba absolutamente nada. una sensación de intranquilidad invadió mi mente, ¿Qué sucedía? ¿Qué me había despertado?

Instintivamente levanté la mano e intenté mirar mi reloj. Aquella pesadez que sentía no permitía mayor libertad en el movimiento y mis ojos no se acostumbraban al fondo negro de la habitación. Con mucho esfuerzo me levanté y busqué a tientas en la mesa de noche el despertador -Debo reconocer que uso mi celular como despertador- al palparlo, accidentalmente lo hice caer y el sonido que produjo al chocar con el suelo indicó claramente el desastre, se había abierto.

Todo estaba peor de lo que pensaba -¿Pensar? ¿Es posible hacerlo en el estado en el que me encontraba?- no lograba ver nada, solo la aparente claridad del mundo exterior mostraba el contorno de la ventana. Mas allá de eso, nada.

Comenzaba a preocuparme la falta de estímulos sensoriales, extendí mis brazos y a duras penas reconocí mis dedos, traté de levantarme mas no logré incorporarme, un punzante dolor sacudió mi pie.

No sabía que ocurría. Era como si una afilada daga hubiese penetrado por la planta del pie. Un leve mareo recorrió mi cuerpo. ¡Estoy herido!

Palpé como pude el sitio donde se producía el dolor. Para mi desconsuelo no sentía nada más, no lograba ver la magnitud de la herida; mi cerebro funcionaba a toda marcha sin conseguir tomar decisiones sobre lo que haría.

Finalmente logré controlar mis pensamientos. Respiré profundamente y me incorporé sin tomar en cuenta el dolor que sentía en mi pie. Me dirigí -con la esperanza de no equivocar el camino- a donde creía estaba el interruptor de la lámpara. lo accioné y una luz blanca inundo por completo mi mundo de oscuridad.

Una risa - mas bien diría carcajada- se oyó de pronto.

Me costó entender lo que había pasado, la risa venía de mi interior...

Observé mis pies y no logré ver sangre alguna, es mas, no estaba herido, había pisado la tapa posterior del desarmado celular en una de sus puntas.

Ahora sí podía ver con claridad. Mi ánimo decayó de inmediato. ¡No era hora de levantarme! ¡Ni cerca! Mi sueño había huido. La claridad, esa que había visto, fue una ilusión. No era nada.

Me quedaban horas de insomnio. Peor aún, ¡no sabía el motivo de mi abrupto despertar!

¿Sería un sueño? ¿Una pesadilla? ¿Una realidad?

No tenía fuerzas ni ánimo para investigar, sólo quería que acabara la noche y sumergirme de nuevo en mi rutina diaria, ¡Una vez más!

Félix

1 comentario:

  1. Tu relato es muy divertido ahora me pregunto....Que pasó con el celular??? hay sueños de sueños y creo que te tocó uno de esos donde no se sabe si es una realidad o un sueño...
    Para la proxima evita pagarla con el telefono... jijijijiji

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