martes, 28 de abril de 2009

Sensaciones

Había estado caminando durante un rato, me sentía tranquilo, particularmente sereno. El hecho de tener como techo un abovedado cielo, de un azul pálido, salpicado con trozos de nubes blancas, tan blancas que el reflejo del sol en ellas hacía doler los ojos, un dolor sabroso.

A mis pies, un verdor que invitaba a yacer sobre él; quedarse estático a la espera del no movimiento, de la congelación del tiempo, mas no del majestuoso momento del contacto con la naturaleza.

La brisa soplaba con ligereza, tan suave y dulce que provocaba dar la cara a ella y dejar que el roce con la piel impregnara mi cerebro con un sinfín de deliciosas agujas pinchando mis nervios, oxigenando mi mente y, finalmente, abriéndola a todo lo que me rodea, presta al disfrute y, -¿por qué no?- al hedonismo del momento.

Los aromas que llegaban a través de la brisa, impulsaban olas de placer que me obligaban a respirar cada vez más profundo, rápido y profundo -no se como, pero así era- deleitándome, llevándome a mundos insospechados plenos de fantasías palpables.

Era tal el éxtasis que sentía, que por momentos lograba morder, probar el sabor de los olores: dulces, ácidos, salados, agrios... Las sensaciones volaban, iban, venían, se aproximaban, se alejaban. Por momentos el desespero me atacaba y no sabía cuál seguir. ¡Era todo un espectáculo!

Finalmente, logro la calma. Somos uno, la vida, la naturaleza, yo; somos uno y estamos en paz.

Félix

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